domingo, 13 de mayo de 2012

Quinta primavera

Cinco años y nueve meses han transcurrido desde que comence una de las aventuras más apacionantes que he podido tener en mi vida.
Ser madre por tercera vez de una niña, que ante mis ojos, lucía perfecta, redonda y serena como la marea en luna llena.
Ese día maravilloso, ese 14 de Mayo, fue un renacer en mi espíritu, abandonado y gris que venía arrastrando desde hacía ya tiempo.
Como ella, un resplandor alumbró mi camino.
Su cabello azabache, sus pestañas largas y pobladas, se calcaron en mi mente como un geroglífico.
Sus cachetes, que cubrían casi toda su boquita acorazonada, no permitían sostener mi deseo de besarla y que mi boca sumergida en ellos desprendieran cada uno de los besos.
Por la madrugada no se me hacía pesado el interrumpido sueño característico de los primeros meses. Mi negación a que mi esposo me otorgara unas horas más de descanso por las noches no significaron un placer para mi, al contrario, me restaban el privilegio de tener entre mis brazos aquella pequeñez tierna y dulce que vivió en mi y ahora yo vivía para ella.
Las mañanas de aquella primavera fueron de nuevo hermosas como las de hace quince años.
Entre flores y trinares de pajaritos, mi florecita preferida me hacía sentir fuerte, enérgica, emprendedora y con ganas de comerme el mundo mientras ella me miraba con sus ojos inmensos y llenos de brillo al saberme felíz.
Ella sabía que en ese momento yo estaba viviendo lo más hermoso después de 3 años, lo más intenso, el saborear cada amanecer con las ganas de vivir sin perder ni un segundo de respiro ni de ella ni mío.
Su delicada y suave piel con aromas a talco y lavanda, me recordaba a cada instante lo frágil que podía ser la vida.
Por eso mi deseo de exprimirla. De no perderme ni un segundo de cada parpadeo de esos ojos grandes y vestidos de largas pestañas.
Los latidos de su corazón, que sentía sobretodo por las noches al sujetarla para alimentarle, rejuvenecían el mío como si sus palpitaciones le dieran fuerza y firmeza. Era increible el tiempo que pasaba contemplando la perfección del milagro de la vida del cual me adueñaba con recelo y egoísmo.
Esa pequeña que abundaba en amor y magía, que me trajo de vuelta a la vida, ya hoy llega a sus cinco años y aún sigue siendo ese pedacito dulce y ligero, que con caracter intempestivo me inyecta de manera recíproca esa intensa manera de vivir.
Hoy ella continúa sorprendiéndome con sus ocurrencias y con su hablar chueco por la mezcla de idiomas y palabras aprendidas de otros lugares, con su peculiar creatividad hasta para mentir, con la habilidad y sutileza de un sabio para encubrir sus travesuras en medio de lágrimas y dramáticos escenarios.
Mi niña, continúa fiel y luchadora por causa justa. Vence con dulzura la ira del contrario, vive libre de prejuicios y cree en tí misma con convicción, haciendo siempre lo que felíz te haga y llene tu corazón sin dañar el de otros.
No te dejes vencer por el ruido del enemigo, no pierdas de vista tus metas. Quizá ahora no lo entiendas, pero la única manera de triunfar es subiendo escalones más no cabezas.
Mantén tu mente enfocada en el bien. La compasión sera un buen aliado en los momentos que te sientas derrotada por otros. Seguro, si actuas con bien, la razón sera tuya sin enfados ni rencores.
Que el amor sea tu consejero y Papa Dios tu mano derecha.
Te amo mi torbellina, vida de mi vida.

Mamá

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